TRAS LA MUERTE DEL VIEJO FORD FIESTA...
Nos remontamos a mediados de mayo de 2019 donde mi viejo Ford Fiesta lleva sin moverse largos meses. La esperanza no la he perdido pero la llegada de Miao Fang revolucionará el templo y el devenir del Fiesta.
Miao Fang es un personaje especial. Es la definición gráfica de manitas aleman. Un tipo grande y con voz fuerte que hace bromas casi de continuo y que a pesar de su carácter fuerte, es una persona muy amigable como pocas.
Lo que hace que Miao Fang sea un personaje especial, entre otras cosas, es el accidente que sufrió hace dos años. Este accidente laboral le dejo sin memoria y no recuerda prácticamente nada de sus 34 años de vida previos al accidente. Tiene la memoria a corto y largo plazo dañada y aunque pueda generar nuevos recuerdos, hay muchos, sobretodo en la memoria a corto plazo, que los pierde. Por eso tiene que lidiar con situaciones en las que muchas veces no sabe ni siquiera dónde está y cómo ha llegado ahí. Gracias a su elevado intelecto lo disimula muy bien pero podéis imaginaros la angustia que debe sentir al estar hablando con alguien que no reconoce pero que entiende que debe ser algún viejo amigo o familiar.
Muchas veces tenemos conversaciones que diez minutos después no recuerda haber tenido y puedes ver en sus ojos el sentimiento de frustración e impotencia que siente al darse cuenta de todo esto. Sin duda el budismo le está ayudando mucho en todo este proceso ya que el budismo trata mucho de olvidar y desaprender hábitos y programas instalados en nuestro cerebro para liberarnos del sufrimiento de ataduras a patrones sociales e históricos. Por ello, Miao Fang, que significa algo así como ‘increíble libertad’, cuenta con un gran problema que a su vez es una gran oportunidad.
Volviendo al Fiesta, él fue el último en revisar todo lo necesario para devolverlo a la vida. Poco a poco recabamos ciertas piezas que le podían hacer volver ya que la avería no era para tanto. Sin embargo, al final requería de intervención en mecánico por falta de utensilios. Fang insistía en que no merecía la pena y que me salía mejor comprarme un coche nuevo, yo sin embargo seguía aferrado a la idea de seguir con el Ford.
Todo cambió cuando me enseño un par de furgonetas muy bien de precio y ahí me empecé a calentar. No tenía mucho dinero pero teniendo en cuenta que estaba empezando a ganar dinero con la fotografía y no tenía grandes gastos me decidí por arriesgar e intentar hacerme con una furgoneta que me diese más libertad para el día que dejase el templo.
En pocas semanas Miao Fang pudo encontrarme una furgoneta en buen estado y completamente amueblada por un precio más que asumible. El problema estaba en los bajos de la furgoneta y en que no tenía la ITV pasada, por lo demás estaba en perfecto estado. Mi amigo, como buen manitas, fue a darle el visto bueno a la furgo y me dijo que el motor estaba perfecto y los bajos los podía arreglar en un par de semanas de soldadura ya que en el precio incluía las piezas. Todo sobre ruedas y maravilloso así que mi nueva casa móvil me esperaba fuera del templo.
LAS BARRERAS BUROCRÁTICAS
Ahora viene la parte complicada; el papeleo. Para registrar un coche a mi nombre debía estar censado en algún lugar de Alemania por lo que pedí permiso en el templo para registrarme en el. Todo parecía sencillo hasta que en la oficina del ayuntamiento me pidieron el libro de familia original compulsado y en alemán con traducción compulsada. Entre que mi padre me mandaba y conseguía el documento y me lo traducían podría pasar casi un mes y esta furgoneta era una oportunidad que no debía dejar escapar.
Como no, el bueno de Fang se ofreció a registrarla a su nombre hasta que todo se normalizara por ello pude marcharme con Ura dirección Dahlem en su maravilloso camión a ritmo de country.
El plan era sencillo. Coger la furgoneta, trasladarla al taller de un amigo de Fang, soldar las partes necesarias, pasar la ITV, registrarla y volver al templo. Todo esto en una semana. Fang tenía todo atado para que esto fuera posible pero nada más llegar a Dahlem todo empezó a torcerse.
El amigo de Miao Fang que nos iba a dejar un aplaza en su taller de reparaciones no cogía el teléfono y además no paraba de llover por lo que era imposible repararla a pesar de que Fang tuviera todas las herramientas en su casa y un jardín bien grande para llevar a cabo la operación.
Todo este estrés de no poder cumplir con su palabra generó en Fang una gran frustración que rápidamente actuó sobre su cuerpo. En cierto momento del día, Fang dejó de hablar. No es que no quisiera, es que no podía. Su cerebro colapsó y por más que quisiera articular palabra nada más que balbuceos salían de su boca. No os imagináis los ojos de mi amigo cuando su hijo de 5 años le hablaba y el no podía contestarle. Sin duda una de las situaciones más duras que he visto jamas.
Lo único que se me ocurrió que podría ser saludable y beneficioso para mi amigo fue como siempre recurrir a mi amiga la música. Fang toca la guitarra y me llevé mi Stratocaster con el amplificador y el looper por lo que nos pusimos en el sótano de su casa a crear música. Tres horas más tarde y tras muchas carcajadas, solos de guitarra interminables, atmósferas oscuras y mucho mucho flow, Fang podo pronunciar ciertas palabras y su mirada había cambiado completamente. Era momento de ir a la cama para que esa cabeza pudiera descansar.
Al día siguiente Fang volvió a ser prácticamente el Fang de siempre y sabiendo que sería imposible arreglar la furgoneta en una semana, llamé al templo para quedarme una semana más. Ura y yo nos quedaríamos en total dos maravillosas semanas con la familia de Miao Fang, ayudando en el jardín, aprendiendo a usar la motosierra, puliendo suelos y mostrándole a Anna-Lenna, la quinceañera de la familia, el mundo de la fotografía del que estaba realmente interesada.
Fueron dos semanas en las que aprendí muchos trabajos nuevos que nunca había desempeñado y tanto Ura como yo nos sentimos aceptados y queridos en una familia que nos acogió con los brazos abiertos. Fue realmente una lástima no poder tener finalmente lista la furgoneta en las dos semanas previstas pero es que por si no fuera poco, el estomago de Fang dijo basta y nos pasamos prácticamente la segunda semana de mi estancia viajando cada dos días al hospital para chequeos. Estaba claro que no era el momento de volver al templo con furgoneta y probablemente me tocaría esperar más de lo previsto para poder tener mi casa móvil.
DE VUELTA AL TEMPLO SIN EL PREMIO
Tras cumplirse el tiempo estipulado tuve que volver al templo ya que el Vessakhfest era en una semana y toda la ayuda requerida en los días previos a cualquier festival dentro de un templo suele ser poca. Además, el maestro Boh estaba a punto de llegar. Shifu me había hablado de él como alguien que practicaba un tipo de kung fu que a ojos extraños como los míos podrían parecer magia. La verdad es que así fue, el primer contacto que tuve con él tan solo con tocarme el brazo fue capaz de moverme el hombro o paralizarme un pie. De verdad que parece magia pero no es más que ciencia y sensibilidad trabajada durante años.
Algún día publicaré un artículo hablando de esta magia pero por ahora no me veo apto para hablar de ello con propiedad. Al igual que no me veo preparado para hablar de las enseñanzas de Laoshi que llegó a finales de Mayo junto con el Maestro Boh.
En el siguiente artículo os contaré cómo finalmente meses después vuelvo al templo con la furgoneta reparada. Tras muchas esperas y mucha ayuda en la burocracia, de la cual os hablaré, nos pasamos otra semana en casa de los Fangs para volver orgullosos con nuestra casa móvil de la que ya disfruto hace algo más de un mes.
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