LA HISTORIA DE MI VIAJE A MADRID
DEJAR A URA SOLA
Como os he contado en anteriores artículos, he estado entrenando a Ura durante los últimos meses para esta casi semana de ausencia. Este entrenamiento ha consistido en dejarla sola en el templo progresivamente. Empecé con mis escapadas musicales a Kaiserslautern donde se quedaba entre tres y cuatro horas sin mi en el templo para finalmente hacer escapadas de un par de días.
Es importante decir que Ura, desde bien pequeñita, está acostumbrada a pasar tiempo sola por lo que pude retomar este entrenamiento con un numero de horas iniciales considerables, pero si vuestra mascota no está entrenada y sufre de ansiedad en vuestra ausencia el periodo de inicio debería ser mínimo. Por ejemplo salir de casa y esperar un minuto en la puerta para volver a entrar. Eso puede ser todo un mundo para vuestro amigo.
Al volver de mis escapadas Ura siempre venía a mi encantada de volver a verme, quizás demasiado excitada, por lo que la ignoraba hasta que viese que su energía era un poco más tranquila y ahí es cuando le saludaba con calma. Si queréis un perro tranquilo no podéis comportaros con el como histéricos.
Empezando por estas pequeñas escapadas acabé dejando el templo por cuatro días para visitar a Miao Fang por lo que este fue el examen final para Ura el cual demostró que podía quedarse en el templo en mi ausencia sin problemas.
DE VUELTA A LA GRAN CIUDAD
Cierto es que de vez en cuando he ido a Kaiserslautern y que no he estado un año enclaustrado el templo pero esta pequeña ciudad poco tiene que ver con embarcarse en un vuelo a la capital de España. El choque de vivir en un bosque y plantarte en una metrópoli como Madrid fue más interesante de lo esperado.
Lo primero que pude sentir como extraño fue cuando me subí al Metro y ví todas esas personas mirando dirección a su ombligo creando así una burbuja inexpugnable que pintaba de gris todo el vagón lleno de burbujas inexpugnables. No es que necesite de vivir en el bosque para darme cuenta de esto, sino que la sensación del color gris no era solo obvia para mis ojos sino también para el resto de los sentidos.
Por otro lado me sentía lleno de energía fresca alimentada por horas de silencio, paseos en la naturaleza y muchas otras variables lo cual parecían forzarme, sin forzarme, a sentirme bien, caminar sin prisa y sobretodo a sonreír sin motivo aparente. Esta sensación fue decayendo a a cada día que pasaba en la ciudad por lo que fue una bonita experiencia para darse cuenta de cuántos factores influyen en el estado emocional y mental de una persona. Y es que el ritmo y los colores y luces que emite una ciudad te agarran más rápido y fuerte de lo que puedes imaginar.
REENCUENTROS
Esta era una de las partes que más me emocionaban sin duda. Ver a gente que me conoce desde antes de tener el poco pelo que tengo en el pecho iba a ser, primero, una alegría inmensa por ver una cara conocida y compartir vivencias y segundo, un test riguroso de mi evolución como persona en este año fuera del nido.
Mi primera parada obligatoria y marcada con rojo en el google maps iba a ser la visita a un viejo amigo que había sido padre meses atrás. Es el primero de la cuadrilla en traer familia y esto unido a que me encantan los niños era algo que me llenaba de emoción. Tras algunas conversaciones, un poco de vino tinto y un poco de jamón serrano (que tras un año sin probarlo, no me pareció para tanto su sabor y textura) dejaba el hogar familiar para asentarme en lo que sería mi centro de operaciones para el resto de mi estancia en la capital. La casa de mi viejo amigo y compañero de aventuras musicales entre otras aventuras, Zaku. Guitarrista de The Vartools y conocido mío desde que tengo memoria.
A este tandem de músicoaventureros se uniría más tarde Badi, un joven potro que se apuntaba a esta aventura madrileña por un concierto del que más tarde os hablaré. A Badi le conocí hace pocos años, es un chaval con una sensibilidad musical muy parecida a la mía además de ser un músico de primer nivel que toca en grupos como Mugi Panderoa y Dhuma, su nuevo proyecto el cual me muero por escuchar.
Los tres somos personas a las que nos gusta la fotografía y por ello les invité a que se apuntaran al workshop de fotografía al que me había apuntado. Allí fuimos los tres, al workshop de All These Humans, donde seríamos conocidos como los vascos y donde adoptaríamos el nombre de grupo por el que seríamos conocidos durante los siguientes días, Los Mikel. Esto es gracioso porque Badi no se llama Mikel pero haría las cosas más fáciles y divertidas en cualquier situación social.
CUESTIÓN DE PREFERENCIAS
El workshop liderado por Bambú (chequead la web All These Humans) era la razón por la que volé a Madrid. Es un fotógrafo al que sigo desde no hace mucho pero por el que siento una gran admiración. Tanto Bambú como Kike Arnaiz son dos referentes para mi en este nuevo oficio que es la fotografía. Su trabajo es una inspiración tanto en forma de foto como en forma de vida ya que viajan y viven gracias a este arte por el cual compartimos pasión. No podría estar ahora hablando de ellos si no fuese por Olatz Vazquez. Os recomiendo que la sigáis en Instagram.
Sin embargo, tras dos horas de workshop y a pesar de estar muy interesante, en el descanso, los Mikel decidieron no volver al workshop.
Los Mikel, primero de todo conectan entre ellos por la música y por ello sentí la necesidad de volver a casa de Zaku y compartir ciertas horas de Jam session recordando viejos momentos. A pesar de haber pagado y de que la charla era muy interesante, como muchas veces he repetido, lo que más puedo echar de menos en el templo es el compartir música con mis amigos y por ello no me arrepiento de la decisión tomada. Las tres horas que compartimos de improvisación y barullo me llenaron más que todos los workshop del mundo. Sentí que si no me iba del workshop no tendríamos tiempo para compartir momentos musicales y de eso si me hubiese arrepentido definitivamente.
¿QUÉ ECHAS DE MENOS? LA MÚSICA EN DIRECTO
Siguiendo con la música, el fin de semana largo que pasé en Madrid, tuve la suerte de asistir a dos conciertos. Una medio jam de blues en la mítica Coquette donde vería a viejos amigos como Adrian Carrera (ex Tonky Blues Band entre otros) y Cesar Crespo (uno de mis guitarristas favoritos de blues a nivel nacional) con los que mantengo contacto desde mi periodo en el Ez Dok donde estos cracks y muchos más nos visitaron para compartir su alma de blues. Esa noche traían a un invitado Polaco que hizo las delicias de los asistentes con su afilada Telecaster.
El otro concierto al que fuimos fue un tributo que se hizo en la sala But donde se homenajeaba el mítico concierto de Woodstock 69, el festival hippie por excelencia. En este superevento que no me podía perder, Jokin Salaberria, invitaría a diferentes celebridades de la escena española como Tarque (M-Clan) o Uoho (Platero y Extremoduro) para completar un set impecable donde se harían versiones de Joe Cocker, Santana, Janis Joplin y Hendrix entre otros. Aunque sin duda para mi uno de los momentos más especiales fue cuando se versionaron temas de Crosby, Stills y Nash. Como un niño con zapatos nuevos me tiré todo el concierto y parte del post.
CAMINANDO ENTRE SENSACIONES
Definitivamente millones de emociones diferentes afloraron propiciadas por este sin fin de estímulos que una ciudad como Madrid te puede aportar en estas circunstancias. Vivir en la naturaleza donde para ver todas las cosas que están ocurriendo simplemente tienes que pararte y escuchar te hace sin duda mucho más sensible y consciente de lo que pasa tanto dentro como fuera de ti.
Esto significa que al llegar a un lugar donde los estímulos están por todas partes, en forma de carteles, luces, gente,… todo esto se percibe de forma abrumadora y casi atropellada. Al principio sentí que existía un abismo entre todos estos estímulos que me empujaban hacia las prisas y el movimiento interno pero cuanto más tiempo pasaba en ese caldo de cultivo más me daba cuenta que ese abismo se hacía poco a poco más pequeño.
No me malinterpretéis. No es que las prisas no me atraparan desde el principio, sino que era consciente de que las prisas me estaban atrapando por lo que podía dar un paso atrás para mirar como eso afectaba a mi persona. El paso de los días hizo que esa consciencia emocional fuera a menos y por tanto las emociones mandaban con más fuerza que al principio. Sin embargo, aún tenía suficiente consciencia para darme cuenta de ciertas cosas que seguramente un año antes no me habría dado cuenta.
Uno de los momentos más interesantes, como decía antes, fue caminar por Sol en pleno Black Friday. Tras renovar mi pasaporte tenía tres horas libres las cuales invertiría en caminar hacia casa y parar en FNAC a consumir como buen capitalista que soy. Venía con la idea de llevarme un par de cds de Grateful Dead y no podía estar en mejor fecha y lugar para ponerme en las antípodas de la vida en un templo budista.
Al salir de la comisaría de policía decidí coger mi propio ritmo de caminar ya que me había dado cuenta en los dos días que llevaba en Madrid que mi ritmo cambiaba en función de la gente que tenía alrededor. Por esto me marqué un ritmo a caminar que intenté conservar durante estas tres horas que venían por delante. Es curioso como la gente de al rededor te empuja emocionalmente para que tu ritmo aumente. Al principio, casi sin darme cuenta, mi ritmo aumentaba constantemente. Diferentes pensamientos venían a mi cabeza al ver cómo todo el mundo me adelantaba por todas partes, al observar las prisas de la gente y sus caras largas, mientras tanto yo trataba de mantener mi ritmo y mi sonrisa, que no podía cambiar por la realización de la influencia de estas energías ajenas sobre mi.
En el templo diríamos que este ejercicio que realicé se llama meditación caminando donde tratas de ser consciente de todos los estímulos que vienen a ti, tanto emocionales como físicos. Tanto la sensación de tu pie al pisar diferentes superficies en el suelo como el sentimiento de ¿Qué coño haces puto friki? O el impulso de comprar más cds de Grateful Dead de los que pensabas por el simple hecho de estar los productos muy baratos.
Todo esto no va de hacer las cosas bien o mal. Esto trata de ser consciente de que se mueve dentro de ti y quién es el que lo mueve. Este ejercicio, que trato de implementar en cada momento de mi vida, es uno de los ejercicios en los que llevo trabajando mucho desde que vivo en Shaolin Temple Europe. Desde luego, practicar esto en el bosque es mucho más sencillo y agradecido que hacerlo en la ciudad y crea las bases para ser más “fuerte” a la hora de saltar a la gran ciudad de los estímulos.
CONCLUSIONES
Tras el chaparrón de estímulos vividos en este fin de semana largo en la gran ciudad no me queda más que agradecer el estilo de vida que llevo durante un año el cual me permite ver cosas que antes no era capaz de ver por todas las luces que sobreexponían la escena. Solo queda seguir cerrando el diafragma para que la foto esté mejor enfocada. Cerrar el diafragma significa dejar que entre menos luz y a su vez los puntos de enfoque son mayores por lo que la foto se ve más nítida.
Vivir en un entorno tranquilo, sin demasiados estímulos innecesarios y con una rutina clara, deja poco tiempo para distraerse con temas aleatorios no relacionados con el autoconocimiento. Todavía los hay, porque sigo siendo humano, pero como digo, el lugar no da pie a muchas distracciones.
Caminar horas en compañía de los perros – grandes observadores y evaluadores emocionales – por los bosques de Otterberg, vivir en compañía de gente que ve las cosas con cierta claridad – acompañada por compasión para poder aconsejar desde el corazón y no sobre un escalón superior – y las enseñanzas del budismo y el taoísmo – bajo mi punto de vista son los mejores libros de autoayuda de todos los tiempos – te ponen las cosas más fáciles para ver qué está pasando por tu cabeza todos los días.
Estar tanto tiempo contigo mismo te da el tiempo necesario para comenzar a comprender por qué en esta circunstancia actúo de esta manera. Al día siguiente, te da tiempo a darte cuenta en el instante mismo en el que esa circunstancia y ese sentimiento están actuando. Al día siguiente, lo ves venir y al final no vuelve porque ya se fue.
Identificar el sentimiento y buscar la raíz del mismo es lo que suelo hacer en el momento que soy conscientes de que en cierta situación tengo una emoción aflorando. Tanto “buenas” como “malas” emociones.
A esto lo llamaría desinstalar software. El proceso puede ser alterado dependiendo del modus operandi de cada sujeto pero en mi caso funciona de la siguiente forma:
1 – Localizar el sentimiento después de que la acción pase.
2 – Localizar el sentimiento durante la acción.
3 – Localizar el sentimiento cuando empieza a aflorar.
4 – Aceptación/Desaparición del problema.
La vida es más fácil con menos problemas pero también es verdad que los problemas te hacen crecer más que la mayoría de situaciones. Por eso, afrontar una situación en forma de reto de autoanalisis es un buen punto de partida para coger de forma positiva lo que es un problema potencial.
Os hablo de esto porque creo que esta parte fue fundamental para que en mi experiencia en Madrid pudiera experimentar lo que experimenté. Poder ser más auténtico y respetuoso con mis deseo como el de dejar el workshop de foto para irme a tocar la guitarra con mis amigos. Quizás, en el pasado, no me habría permitido dejar este workshop porque lo había pagado y es dinero que he invertido en algo que no voy a exprimir. Sin embargo seguí mi deseo de hacer música con mis amigos y no me arrepiento para nada, de hecho me siento muy bien cada vez que pienso en esa decisión.
Mil gracias a todos los que intervenisteis en este fin de semana largo en Madrid porque todos me ayudasteis a comprender algo que necesitaba comprender. Como me dijo el Shifu en mi primera semana:
“La vida te pone todos los días el problema que necesitas resolver en frente de tus ojos y en bandeja de plata”
Afrontar tus miedos y taras y aceptarlos te libra de ellos y te hace más libre. Al sentirte más libre ganas en autoconfianza y la autoconfianza es un factor fundamental que te abre muchas puertas en entornos sociales. Sin duda me sentí, seguramente por diferentes razones, mucho más querido o respetado y creo que esto es principalmente porque yo he aprendido a quererme y respetarme mucho mejor.
En el próximo artículo os hablaré de mi experiencia y de los beneficios que he podido encontrar tras mi primer año viviendo en un templo budista y taoísta. Sin duda mi escapada a Madrid me ayudó a darme cuenta de los aspectos en los que he evolucionado y quiero compartir algunas de las herramientas que parecen serme de utilidad para este desarrollo personal.